viernes, 28 de enero de 2011

PERSONAJES FALACES

Un hombre pequeño
Carlos Asco nació en la indiferente provincia de La Tortilla, departamento de Pluma Pluma, a orillas del río Crema Volteada. Desde muy niño dio muestras de su agudo complejo de inferioridad, de su tenaz persecución hacia lo escandaloso, de su inconmensurable entrega a lo superfluo y de su casi casi carácter misógino.

Su madre, había notado en él una cierta displicencia al momento de socializar con personas del sexo opuesto. Carlitos sólo se acercaba a ellas para jugar con sus muñecas, a la comidita y a la estrella de televisión. Sin embargo, siempre dio luces de su temperamento de cachaco borracho contra quienes pensaban diferente a él, de su metástasis con lo cacaseno, de su incondicional sumisión por quienes babeaba y de su estrechez de caridad hacia el prójimo.

En su colegio, nuestro biografiado personaje, no dudaba en tomar los cabellos de sus compañeros, hacerles piruetas y recomendarles el peinado del mes. Su excusa era la de siempre: “Mil veces es mejor la imagen personal que lo que puedas pensar, si estás a la moda conquistas el mundo”, recalcaba el bífido personaje con su falaz lengua. Pensamientos extravagantes, egoístas, disímiles, disgregados, autistas y vacíos rodeaban frecuentemente la mente del pequeño narcisista.

Existen diversos datos de su vida, algunos sin confirmar, muchos expuestos en los medios, pero hay quienes estiman que su perfil psicológico inspiró al film franco-belga-británico “Mi vida en rosa”.

Pasaron los años, Carlitos fue creciendo con sus taras muy enfundadas, con su odio calibrado contra las mujeres y un sopena de neurosis, sin embargo, él quería ser diferente, una vez más, y decidió estudiar Derecho en una de las mejores universidades limenses. Todos quedaron sorprendidos por tal decisión, pero más que esto, la sorpresa llegó por la carrera elegida: ¿Derecho? Se preguntaron todos. Sí, respondió él, sin mayores remordimientos, quiero luchar por mis derechos y por los de las personas como yo, y también de los olvidados. La masa quedó petrificada ante tal discurso, veían venir la agonía de la arrogancia, el crepúsculo de Narciso, el remordimiento de un Jacobino y la estupidez en su estado puro.

¡No! Gritaron en unísono sus adeptos seguidores, con voz de cenicientas tuberculosas, tú debes seguir tu destino Carlitos, debes hacerle honor a tu apellido y sacar la cara por la diferencia que somos nosotros, pero no desde un aula ni desde un comportamiento intelectual. De pronto, empezó a sonar como un leitmotiv la canción de Alberto Cortez “Un hombre pequeño” aquella que dice: “Es un hombre pequeño, un perfecto diseño de la santa rutina, es un ser resignado a cumplir un horario, un rehén de la envidia. Es un hombre pequeño, de una pequeña vida”

Al escuchar estos versos, Carlitos Asco sintió asco hacia él mismo y de la decisión tan burda que había tomado, chilló como un chivo de leche, tiró los libros al suelo, repartió besos a cuanto hombre vio por las calles y mandó la carrera de Derecho, derechito al carajo y las leyes a una letrina donde se zurraba todos los días.

Fue así que Carlitos inició una nueva vida, un nuevo camino y sólo se entregó para lo único que había nacido: el chisme, el escándalo y la poca cosa. Se codeó con la crema y nata del mundo de la moda, aprendió a ser el peluquero de viejas pituconas sin oficio ni beneficio, aquellas que ponen los cuernos a sus maridos y encima se gastan su dinero porque no saben hacer algo más productivo en sus vidas. Se hizo amigo de gente con poder, pero nunca pudo ser gente. Sin embargo, supo aprovechar la coyuntura, el espíritu y la impronta de un país que huele a mierda y de vez en mes le salpican alguno que otro desodorizante.

Pero Carlitos quería más, necesitaba saber que todo el mundo lo veía y lo admiraba, sus complejos requerían del exhibicionismo barato, sus frustraciones de la mofa hacia el dolor ajeno, su inconsciente de un país de bolsillo y su ego de una masa mundana. Al poco tiempo lo consiguió, debutó en la televisión en los años 90, la década del asco, con un programita de chismes, en donde lo privado era un papel desechable, la moral un prostíbulo, la decencia un mendigo sentado en las salas del SIN y los derechos humanos una rebuznada de Cipriani, o sea una cojudez.

No pasó mucho tiempo para que Carlitos se inmiscuyera y formara parte del aquelarre farandulero. Era convocado para ser crítico de certámenes de belleza, exacto, esos mismos donde la ignorancia destila perfección y sin mayores esfuerzos. Su vida estaba casi realizada como él la había soñado, rodeada de peluqueros aburguesados, en un ambiente de ambiente, con hedor a hipocresía de burdel, con sobresaltos, desmanes, abusos, entripados, encerronas, farras, sangrados nasales y quizá algo más, pero siempre resaltando que él era el mejor, que estaba junto con las ladillas, pero no revuelto. Aseguraba ser la perfección, el ser capaz de enfrentar y derrotar a los intocables de la fauna de espectáculos. En conclusión, un arrogante macho alfa con períodos de Perricholi en celo.

Un buen día, harto de la mierda que ya era el país, Carlitos cogió sus maletas y se largó. Cuando sucedió esto, el Perú descendió porcentajes incalculables en lo referido a taras televisivas, el corral se limpió un poco, porque aún continúa la “señora” a quien le importa un ardite la intimidad de los demás. Pasó el tiempo y las primeras planas de los medios de comunicación locales volcaron una noticia mundial, Carlitos estaba involucrado en un accidente, al parecer había atropellado a una persona y, muy a su estilo, nunca respondió por ella.

Al enterarse de ello, los empresarios se pusieron las pilas y, a través de sus lacayos, pidieron el regreso de Carlitos Asco, la farándula estaba aburrida, las prosti vedettes ya no eran negocio, los ampays ya no daban la hora. Urgía un ser deleznable, con alma de matón de troca, con tufillo a estiércol, que supiera hacer el trabajo sucio y no sienta que es humillado cuando humilla.

Carlitos siempre aprovechó las oportunidades, su promiscuidad lo llevó a poner en aprietos a su familia cuando tenía solo tres añitos. Hablaba como podía y pedía sin restricciones, ordenando, mandando e insultando. Entonces estuvo atento y logró ser el perro faldero de una ex vedette, proclamada la reina del mediodía. Carlitos sabía el significado de ser huele pedos y ser franelero hasta el tuétano. Fue su vitrina a un nuevo mundo, experimentó su primera erección en su fláccida existencia, pero sabía que nada era gratuito. La rubia mujer sabía cuando recurriría a los servicios de este nuevo bufón de barrio.

El tiempo le dio la razón. En menos de lo pensado Carlitos volvió a la pantalla chica, sin embargo algo andaba mal. Su misógino comportamiento hacía temblar a los empresarios. Nadie quería trabajar con él. De pronto, el destino le hizo saber cómo podía terminar si continuaba humillando a la gente. La noticia de la espeluznante muerte de un peluquero farandulero le llegó a tocar hasta el inconsciente. Marco Toño había sido asesinado, al parecer por su propia pareja, un adolescente celoso, furioso y pastrulo. Carlitos no pudo más y lloró como viuda abatida, pero millonaria en el funeral del otro maquillador. Le pidió que no lo dejara. Le preguntó ¿qué haría ahora sin él? Exigió justicia, vendió primeras planas con su desgarrador llanto, su falsa ausencia paternal y su dolor de SS.

Las aguas se calmaron. Los más inocentes pensaron en el cambio de Carlitos. Lo peor estaba por suceder. Nuevamente en la tele, Carlitos llegó como un Pol Pot de Azángaro, como un Capote de acequia, con su insania como alter ego y su tiranía como bandera de guerra. La ignorancia lo aplaudió y reivindicó. Aprobaba sus canalladas, felonías, difamaciones y humillaciones. Carlitos no podía con la idea de no poder ser más mujer que una mujer. Por ello, estampó el pastel de su cumpleaños en la cara de su co-conductora. El hecho mortificó a la mononeuronal dama y renunció al programa donde se ofrecían las disculpas por miles, pero a la rubia señorita ni las migas.

Para esto, Carlitos estaba temblando por lo que se le venía. Hacía tres meses atrás había causado un accidente. Conducía borracho, su vehículo no tenía SOAT y él no conocía el brevete. La víctima atropellada sufrió serias heridas, pero Carlitos nunca quiso asumir su responsabilidad. Se negaba a pagar y proceder como hombre, por obvias razones.

Cuentan por ahí que un buen día, la justicia se hartó de tanto chongo. El Perú se levantó envuelto en dignidad, los órganos judiciales estornudaron el moco de la corrupción, las taras del padrinazgo fugaron a las campañas presidenciales y Carlitos fue detenido. Se le acusa de lesiones graves, conducción en estado de ebriedad y desacato a la autoridad. Quienes lo han visto de cerca dicen que su mirada evoca a un niño de Camboya, sus expresiones grafican las caras del holocausto, su miedo imagina la ley que impera en la cárcel, su silencio grita como el interior de una fosa común y su vida, ¡Vaya vida¡ ya es parte de un penal.

Los conocedores del tema creen que la justicia popular lo quiere encerrado de por vida. Vedettes, conductoras de Tv, empresarios chicheros, cumbiamberos, modelos, pseudo artistas y más mujeres han llegado a la orilla de la horca donde se quemará a la bruja. Los aperitivos se beberán en yardas y el plato de fondo se comerá frío. Carlos, más tranquilo, recuerda la vez en que una vidente le vaticinó que estaría rodeado de hombres, que tendría la justicia de su lado, pues con la misma vara sería medido.

jueves, 9 de diciembre de 2010

SECUESTRO DE MENTE


Si quien nos gobierna no fuera víctima de psicosis esquizoafectiva, en su variante depresión con síntomas paranoides. Diagnóstico confirmado por un psiquiatra que atendió al doctor García y fue publicado en la revista CARETAS el 10 de mayo del 2001, no seguiría pensando que el secuestro, de 33 personas en una entidad bancaria en el Emporio de Gamarra por un solo sujeto, es sólo una cortina de humo más.

Freud decía que nada era casualidad, todo tenía su razón. Pero ¡Qué casualidad! Cuando el ex Ministro del Interior, Fernando Barrios, es acusado de enfermar a EsSalud de tanto robo cuando él era la cabeza y empezaban a descubrirse más sapos y culebras de aquella “majestuosa” gestión, un primarioso delincuente amenaza con hacer volar todo un banco con un material explosivo de su creación. ¡Qué casualidad! Cuando el fujimorismo y el APRA trataban de impedir que un magistrado probo y honesto como César San Martín llegara a la presidencia de la Corte Suprema, aparezca un hombre-bomba para hacer explotar toda esa mugre política de las primeras planas. ¡Qué casualidad! Cuando la Alianza por la Reivindicación de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional, presidida por el vicealmirante en retiro Francisco Vainstein Borroni, alzaba su voz al Congreso, exigiendo no recortar la Cédula Viva ni los beneficios de los discapacitados y viudas, pues la remuneración básica de quienes luchan en el VRAE vale menos que un tofee de combi. Ta ta ta tan llega un aficionado de películas de acción, paraliza al Perú y es la noticia de la semana.

Tal vez me equivoque, tal vez mi duda agresiva acompañada de mi escepticismo me lleven a razonar de esta manera. Dejaremos al tiempo seguir su curso y, en la brevedad posible, obtener respuestas y explicaciones creíbles a esta endeble coartada. Sin embargo, no puedo ser ajeno al aspecto social de este hecho. Ruiz Wilfredo Ninasqui Barrios, de 29 años, fue, a mi modesta opinión, una víctima más de esa infección crónica y propia del Perú: La indiferencia.

El diario “La República” en su edición del sábado 6 de diciembre cuenta que este joven, durante el secuestro, había entablado amistad con un comerciante e incluso le contó sus penurias. Lo cual encaja en el testimonio de su madre otorgado a un programa dominical. Ella afirmó que su hijo se sentía muy afectado por la enfermedad de su padre, quien había sufrido un derrame cerebral y ahora se encuentra postrado en una cama.

Muchos que se golpean el pecho religiosamente dirán: No es la forma. Existen otros medios para salir adelante. Es cierto, sin embargo este mundo padece de una aguda anemia de empatía, somos secuestrados por la injusticia y mimetizados por el egoísmo. Hablar es muy fácil, lo difícil es ponerse en los zapatos del otro. Además de ello, se suma la ausencia del Estado. Los servicios de salud no alcanzan para todos, ni siquiera intentan, y por si fuera poco, ya ni los asegurados pueden enfermarse con tranquilidad. Quienes entiendan esto, comprenderán lo que es tener un padre o una madre enfermo, no tener los recursos económicos para las medicinas y mucho menos un trabajo para aliviar la angustia. Mientras afuera, los pobres diablos, que nos representan, se embrutecen con el poder y el dinero.

No justifico la violencia pero como es citado Luís Lumbreras en el libro del Psicoanalista Saúl Peña, Psicoanálisis de la Corrupción: “Sendero Luminoso no es la causa de la violencia que vive el país, sino el resultado de la violencia que ya existía. Sendero constituye un intento de responder a la violencia con igual o mayor violencia, al identificarse con el agresor”.

Esta manera de comprender la realidad, es el resultado de la postergación, marginación, desamor y resentimiento existentes en la mayoría de peruanos. No se trata de una apología al terrorismo o a la violencia. Es simplemente voltearle la cara a las humillaciones y vejaciones de toda una historia. Los gobiernos continúan pasando y vienen dejando un relleno sanitario de país, en donde la estupidez se impone por decreto ley, la corrupción por libre asociación, la ratería por costumbre, la impunidad por el tipo de carné, la inmoralidad por transferencia partidaria y la indiferencia por decreto de urgencia, mientras tanto, todos se hacen los cojudos.
Si es verdad, lo de Ruiz Ninasqui, no creo que haya estado dispuesto a todo, es decir, a morir por el dinero o elevarlo a un plano sustancial. Al contrario, creo que él amaba la vida, pero una vida digna, junto a sus padres, hermanos y, quizá, con una esposa e hijos, con estudios universitarios como él anhelaba, los cuales, al final quedaron flotando en el limbo, porque un buen día fue levado para cumplir el Servicio Militar Obligatorio. Luego de ello, y como dijera su madre, Ruiz cambió, se puso agresivo y descuidado. Claro, los hijos de los políticos y del mismo Presidente de la República jamás serán secuestrados para servir al ejército y dejar truncos sus estudios de derecho, administración o medicina en el extranjero. No en este país donde la moral es un colchón de la parada, el respeto una pérdida de tiempo, la empatía una tremenda cojudez y la dignidad un fantasma de la casa Matusita.

A este señor, como a muchos peruanos, la paciencia y tolerancia se le acabaron. Se cansó de poner la otra mejilla cuando nunca quiso hacerlo, pero por si acaso y si existe el paraíso, la pone; se hartó de esperar la justicia, el reconocimiento y el aliento, y sólo recibió un muladar de angustias. El psicólogo Leopoldo Chiappo en su libro Psicología del Amor, explica: “… en cuanto al poder es sólo un valor instrumental, se ejerce para el bien de la nación, el poder se ejerce para servir y no para servirse, el poder sirve para lograr el bien social y de las personas que pertenecen a una comunidad nacional y no para satisfacer la lujuria de la dominación de un déspota sin escrúpulos”

Sin embargo, déspotas sobran y con muy pocos escrúpulos. Lo cierto es que en Wilfredo primó el poder perverso antes que el creativo, prevaleció su tánatos en lugar de su eros, quiso hacer sentir a los demás, y tal vez a quienes él consideraba responsables, las frustraciones y represiones que se han agudizado por tanta indiferencia. Desde cualquier punto de vista, esta conducta es reprobable, pero así como no creo en su locura, tampoco creo que esto cambie, me refiero a la miseria y podredumbre moral y social en las que estamos inmersos.

En ocasiones me da envidia no poder creer en un mejor futuro, no tener esa fe y esperanza que muchos profesan. No lo niego, hay personas muy valiosas en este mundo, seres que valen la pena, pero ellos no son la mayoría, la mayoría son potenciales desequilibrados o locos como llama la prensa a Ruiz. Por ello, que no nos sorprendan la aparición de más casos como éste, pues como dijo Séneca: “el hombre no muere, se mata”

lunes, 15 de noviembre de 2010

LA MUERTE DE UNA MADRE


Hablar de la muerte es encontrar nuevas justificaciones para seguir sin entender este mundo absurdo, es hallar explicaciones divinas con promesas celestiales, es recibir alivios en medio de oraciones y resignaciones sin sentido. Hablar de la muerte es toparse con recuerdos infinitos y un olvido con una gran memoria. Es chocarse con la incertidumbre del propio ser y consolarse con el dolor, la tristeza y el duelo. Hablar de la muerte es comprobar, una vez más, que es el único fin de nuestra existencia.

Me ha tocado vivir, aunque suene antagónico, la muerte de las madres de mis padres. Mi abuela materna falleció cuando yo tenía 9 años de edad, han pasado casi 21 años y aún me rodea una gran incertidumbre acerca de ese hecho. El último viernes, mi abuela paterna también nos dejó y, sinceramente, no he logrado resumir o describir esta ausencia.

Digo esto porque hay diversas maneras de enfrentar la muerte de alguien. No es que exista un catálogo en el cual se indique cómo sentirse o cómo reaccionar frente a ella, pero la intensidad del dolor es distinta, la valoración sentimental es variable, el consuelo conoce de plazos y el ahogo descubre su mejor coartada. Sin embargo, la muerte de una madre es sentir la lenta agonía de nuestro ser.

Quizás habrá quienes dirán que si la madre no cumplió su rol como tal, el sentimiento se desvanece y al diablo con el respeto, lo cierto es que mi madre siempre me enseñó a enseñar a ser personas a los pobres diablos. Otros acudirán a la resignación hipócrita y expondrán que es mandato divino, cuando en verdad la veían como una carga. Pero muy pocos reflexionarán y, acomodando una frase de Stendhal, señalarán: “El hombre que no ha amado a su madre ignora la mitad más hermosa de su vida”

Es cierto también que el amor no es un acto propio de la voluntad, pues es algo espontáneo y sin obligaciones, por ello hay personas con mucha, poca y una nula capacidad para amar. De lo contrario no existieran las bestias de Acho, me refiero a los matarifes; no hablaríamos de hijos y padres abandonados, ni discutiríamos acerca de esta endeble civilización humana que aún no sabe cómo convivir con los animales ni consigo mismo.

La muerte de mis abuelas me ha hecho entender el verdadero sentido de amar a alguien, sobre todo a la madre. No llorando como Magdalenas, maldiciendo a medio mundo, haciendo un mea culpa porque la conciencia arde, lanzándose al ataúd cuando en vida nunca se lanzó un abrazo o rodeándola de flores cuando nunca se dio ni medio pétalo de cariño.Entendí que el indiscutible significado de todo esto es sentirse satisfecho porque se fue con calidad de amor, de tiempo y de aprecio. De haber devuelto con gratitud y sin reniegos las noches en vela que ella pasó cuando necesitábamos de sus cuidados. Es luchar contra el tiempo para llenarla de todos los agradecimientos, porque la vida misma es muy corta. Es como diría Freud, la demora de la muerte.

Para quienes estén viviendo lo expuesto, me entenderán, el resto seguirá asumiendo que es un gran misterio del tamaño del universo. Hasta el momento, me ha tocado presenciar el deceso de grandes amigos, familiares, conocidos, pero la muerte de la madre es cosa seria. Sin embargo, me satisface hablar con mis padres cuando me cuentan todo lo que vivieron con mis abuelas. Los ajustes económicos, las jaranas, las palizas por amanecidas, los llantos con abrazos, los sueños, las navidades, los cumpleaños, las enseñanzas, los consejos pero, sobre todo, el respeto y la admiración.

Y si pues, la madre es todo eso y más. Aquella que te da el último centavo y al día siguiente comes el mismo banquete sin saber cómo lo hizo. Es quien con una sonrisa y una palabra destierra tu escepticismo y hasta te hace creer en Dios. Es ese ser que te ve como un niño a pesar de que tengas 30, 40 o 50 años. Es la mujer que te enseña a amar y a valorar al peor de tus prójimos. Es esa persona que con paciencia y sin cansancio espera al hijo pródigo para otorgarle su bendición aún en su lecho de muerte.

La muerte de una madre encierra diversos antagonismos, pues es el único momento donde toda la familia se reúne después de siglos de ausencia y, tal vez, sirve como una catarsis para limar asperezas pasadas. Es el instante donde toda nuestra vida transcurre como una diapositiva y quieres que el tiempo retroceda para ser menos ingrato. Es encender los recuerdos cuando su vida se apaga. Es la muerte del espacio donde permanecimos nueve meses, bien cuidados y alejados de aquella estructura demente llamada mundo.

La muerte de una madre es la pérdida del primer objeto de amor. Es el renacimiento de nuestra fase edípica, como para no defraudar a Freud. Es el salto a un vacío como escape final. Es el paso de nuevas generaciones en este espiral de vida. Es certificar que el tiempo no existe y comprender lo dicho por Borges: “La muerte es una vida vivida y la vida una muerte que viene”.

lunes, 21 de junio de 2010

EL OTRO GRAN SHOW


Cuando escuché decir a Don Marco Aurelio Denegri: “El 95% de la gente es superficial. Las personas de profundidad marina representan sólo un 5%”, me convencí, una vez más, que una de las características más operativas y desarrolladas del ser humano es, tal vez, mostrar sin ningún remordimiento sus miserias y pellejerías.

Digo esto sin ningún afán discriminatorio o selectivo. Sin embargo, me invade una terrible desazón y vergüenza ajena el ver, diariamente, cómo los medios de comunicación acaban con lo poco o nada que tenemos para ser mejores personas. Para muestra un gran show. Me pregunto ¿A quién le interesa la vida de una ex vedette, que después de un fracaso matrimonial, con boda rimbombante incluida, ahora desee ser deseada por su ex pareja y demuestre su incapacidad para superar el duelo? Claro, los más comerciales dirán: “lo hace por rating”, los sentimentalistas acudirán a la excusa de siempre: “se merece otra oportunidad” y los más idiotas afirmarán: “¡qué linda es ella!”

Lejos de las opiniones personales. Resulta delicado que el periodismo ocupe noticieros enteros, primeras planas de diarios y entrevistas inocuas en las radios para dar a conocer esta decadencia. No culpo ni justifico a las personas que se desviven por consumir esta basura, pues resulta difícil otorgarles a todos un verdadero acceso a la información. Claro, a esos empresarios les importa un ardite cultivar a la gente. Al diablo con recordar el nacimiento de nuestro gran pensador José Carlos Mariátegui el pasado 14 de junio. En su lugar coloquen las imágenes del ex esposo de la dueña del show, recién levantado, rascándose el trasero y tragando como cerdo.

Qué interesa la muerte del escritor José Saramago, sí, aquel que dijo que en la actual sociedad nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar y método de reflexión, pues sin ideas no vamos a ninguna parte. Mejor llenemos los cerebros con las opiniones de personajes banales que día a día se sacan los ojos en un reality, cada vez más semejante a sus intensas vidas.

Obviemos el más grande derrame de petróleo ocurrido en el Golfo de México, al final, no sucedió aquí, allá ellos y sus problemas. Además, British Petroleum cada semana aplica una nueva estrategia para neutralizar el “vómito negro” pero ninguna es efectiva. Más bien montemos otro “circo”, de igual intensidad, en el programa de la rival de la “señito”, cuyo inconsciente la traiciona y no sabe qué más hacer para parecerse más a ella.

No hagan hincapié a la rebuznada del Alcalde de Lima, Luís Castañeda Lossio, quien declaró lo siguiente a un noticiero matutino: “Ha habido 8 accidentes en los últimos días, pero ninguno es responsabilidad de los buses del Metropolitano. Es más, en el último incidente fue la bicicleta quien lo chocó”. Tampoco analicen el pensamiento filosófico del Gerente de Transporte Urbano de la Municipalidad de Lima, Javier Baraybar, quien en su momento señaló: “es que el señor Montaño ha sido reeducado”, justificando así al chofer del Metropolitano, cuyo récord de papeletas llegaba a las 90.

En realidad me siento miserable el observar todo esto. Pero lo más triste es saber, al menos así lo pienso, que quienes difunden estas bajezas no las consumen del mismo modo. O ustedes creen que sus familias pasan largas horas preocupándose por la neurosis de Gisela o en sus reuniones de negocios platican de la tremenda bomba de una vedette quien, proclamando su soltería entre copas, hace más evidente su oculto manifiesto por casarse con el ex esposo de su ex amiga.

Les aseguro que no. Para ellos sí existe la Nat Geo, las operas promovidas por Romanza, la música de radio Filarmonía, el teatro internacional, los ciclos de cine, los buenos me refiero, y la verdadera cultura. Sin embargo, todo ello también está al alcance de esas “mayorías engañadas”, pero no todos los medios de comunicación cumplen con informar, educar y entretener, no les conviene tampoco.

Imagínense si en lugar de ese estúpido show, el otro show, el de la miseria humana, se emitiera el programa del Doctor Denegri para educarnos y, así, el Presidente del Consejo de Ministros, Javier Velásquez Quesquén, no continúe diciendo “habíanos” en vez de “habíamos”. Si dejaran de existir programas que hurgan como ratas en las miserables vidas de quienes no pueden vivir sin las cámaras y el escándalo, y nos mostraran la interesante trayectoria de nuestros escritores, poetas y pensadores. Si por un momento los empresarios, autoridades, directores, gerentes y editores de los Mass Media dejaran de pensar de manera tan egoísta y empezaran por fijar, al menos, la idea de ser un verdadero país, se alejarían de la idea del escritor y político, Manuel González Prada: "El hombre es la mínima parte de la nada".

martes, 1 de junio de 2010

PROHIBIDO ENFERMARSE


Si usted amigo lector se encuentra ojeando o leyendo este texto, tal vez se imaginará, por su título, de lo que puede tratar. O, quizá, ya lo adivinó y se le vienen a la mente diversas experiencias, propias o ajenas, que lo han hecho, al igual que yo, preguntarse en qué momento dejará de seguir jodiéndose el Perú.

En los últimos días experimenté, una vez más, escalofriantes experiencias en el tema de la atención en nuestro muy “sui géneris” sistema de salud. Un familiar cercano sufrió la fractura de su pie derecho, el hueso había traspasado la piel, el dolor era tan intenso que por un momento ya no lo sentía, además de ello, la accidentada tiene 6 meses de gestación, es decir, aparte de su cuerpo, su alma se encuentra hecha añicos.

De inmediato, la familia, muy preocupada, la derivó a un “huesero”, sí, esos que con cartel pintado con plumón a medio teñir y confeccionado en hoja bond, aseguran ser los promotores de tu felicidad, con un empujoncito al hueso y su frotación con chuchuhuasi. Sin embargo, lo que sucedió era previsible: complicaron más la situación.

Pero, es en este punto donde quisiera ahondar un poco más, pues resulta miserable ver la desconfianza de las personas en su propio sistema de salud. O usted cree que esa fe a los “hueseros” es por sus excelentes resultados o erudito conocimiento del tema. No pues, es preferible elegirlos antes de enfrentar los gritos de una enfermera obesa y menopáusica, el “peloteo” criollo de los vigilantes y la indiferencia por el dolor de parte de los médicos, asistentes y practicantes.

Quizá esté generalizando, y es verdad, no todos actúan de esta manera tan ruin y baja. Sin embargo, indigna seguir hablando de acciones que diariamente nos borran como sociedad, país o lo que sea que queramos ser. Continuando con la desgracia, lo más inaudito fue la prolongación de la operación por parte de los señores del Hospital Daniel Alcides Carrión, imagínese si eso le sucede a un asegurado. Entonces, es de temer que alguien, de los alrededores de la ciudad, llegue con un cuadro de peritonitis, con rumores de septicemia.

Ante esta situación, la pareja de la víctima debió acudir a la única manera de existir y de vivir en el Perú. ¡Adivinaron!, “la vara”, herramienta precisa para ocupar altos cargos, adueñarse de tierras, conseguir altas remuneraciones y hacerte intocable ante la justicia. A Dios gracias, su hermana trabaja en el Hospital Sabogal y conoce al Director, razones suficientes para que en media hora, una ambulancia esté en las afueras del otro nosocomio, presta a trasladarla, operarla y brindarle el mejor servicio.

Y así fue. En menos de 48 horas la persona lesionada fue operada y dada de alta con todas las recomendaciones del caso. Obviamente quien tenga a algún conocido de estas dimensiones no debe sentirse culpable, pues la idea es evitar mayores complicaciones. Sin embargo, la crítica se orienta al vacío humano existente. Insisto, hasta cuándo dejaremos de ser una masa superflua para transformarnos en algo de verdad, cuándo desterraremos ese proceder tan cacaseno y empezamos a pensar como un grupo con proyectos e ideas inclusivos. Como pinta el panorama, nunca, y continuaremos con gobiernos y presidentes que contratan portátiles y trasladan enfermos de otros hospitales para una rimbombante inauguración de centros hospitalarios desentendidos del verdadero trabajo social.

Entiendo que el tema también va por la informalidad y la voraz competencia del mercado. En el Perú, la mayoría de micro o pequeñas empresas no otorgan un seguro de salud, a lo mucho paga la Remuneración Mínima Vital, promete el pronto ingreso a planilla y a sobrevivir como Dios manda. Sin embargo, las políticas de salud, no sólo de este, sino también de gobiernos anteriores, andan en sala de emergencia y la esperanza del peruano camina con respirador artificial.

El tema es muy delicado, pues sumado a la falta de medios económicos y de un seguro de salud, aparece la corrupción como leit motiv en las diferentes instituciones, y en la de salud es más aguda y desesperante. Para nadie resulta desconocida esta novela. Cada día la prensa nos relata casos de ancianos con amputaciones equivocadas de sus piernas, nos muestra imágenes de partos en los baños de los mismos hospitales, nos cuenta cómo se apaga la vida de niños porque le inyectaron mal un medicamento o porque simplemente tenían que estar “fríos” para poder atenderlos.

Sin embargo, no podemos decir que esto sólo sucede aquí, la miseria humana está en todas partes, pero si somos un país a quien el FMI lo ha felicitado por sus adecuadas políticas económicas; el BID le financia proyectos de desarrollo; el mercado internacional lo coloca como un país modelo para las inversiones; las firmas de TLCs son una constante y tenemos un presidente que dice: “los únicos que no cambian son Dios y los animales” entonces ¿por qué no se reorientan las políticas de fiscalización? ¿por qué no se emprende una verdadera lucha contra esta lacra enquistada?

La respuesta es muy sencilla. La solución pasa por el factor humano. Desgraciadamente el ser humano tampoco cambia, como diría uno de los personajes de la novela “Los Geniecillos Dominicales” de Julio Ramón Ribeyro: “los vicios no se vencen, se sustituyen”, y el vicio del hombre es su total involución.

lunes, 17 de mayo de 2010

NOSTALGIA ROCKERA


El último fin de semana me enviaron desde Piura un recorte periodístico publicado en el diario “Correo” de esa ciudad. Se trataba de una crónica al grupo de rock “Ensamble”, muy popular en la década de los 90 y del cual formé parte cuando me iniciaba en el mundo de la música.

Eran las épocas de escuchar la buena música en cassettes, el disco compacto era casi una utopía, para ello sólo bastaba un walkman con pilas Everyready y, si había suerte, una grabadora Sanyo o International doble casetera con ecualizador manual. Eran tiempos del colegio, de la secundaria, de la hora adelantada, de los colectivos “verdes” y “rojos”, de las huidas a un “agachadito” para tomar chicha acompañada de un ceviche cuando no te dejaban entrar al colegio por no pagar la pensión, de las fiestas con pantalla gigante y de los quinceañeros donde no conocías a la agasajada. Pero también era la etapa donde el rock sacudía espíritus, renovaba almas, enseñaba música, originaba amistades, pero sobre todo te hacía sentir vivo.

Recuerdo que fue mi gran amigo y promoción del colegio San Ignacio de Loyola, Nelson Balarezo quien me propuso ingresar al grupo “Ensamble”, ellos ya tenían un tiempo tocando el buen rock de El Tri, Maná, Soda Stereo y uno que otro tema propio, sin embargo mis inicios musicales, centrados en la onda subterránea y metalera, impidieron acompañarlos en esa etapa.

Lo delicioso de esos tiempos era la uniformidad con la que compartíamos la música. Era tan intenso apreciar en el Parque “Tres Culturas” adolescentes sentados en las bancas y en el piso, con su guitarra de palo, entonando una afinada melodía. Eran los instantes donde el verdadero músico nacía y se hacía.

A partir de ese momento aparecieron diversas bandas de rock, que se sumaban a las que hacían y dejaban escuela como “Febrero 30”, “Diáfano” o “Sangre Verde”. Fue así que nació mi primera banda rockera: “Quién”, conformada por amigos del colegio, sin embargo, por una cuestión de logística, es decir, no teníamos instrumentos, decidimos separarnos. En esa transición musical, pude ingresar a “Ensamble”, convencido de lo que podía hacer, me sume a ese grupo de grandes músicos como John Mendoza, el hombre orquesta de Piura y Ricardo Parra, baterista por antonomasia. Nos reuníamos y ensayábamos en la casa de Nelson, en realidad casi “vivíamos” allí, era una suerte de ágora de la música, en donde el único requisito era vivir la música. El tiempo no importaba, el desayuno o el almuerzo tampoco, lo importante era cuadrar los temas, pulir acordes y sentir la música.

En realidad fue una época que, para quienes también la vivieron, no dudarían en volver hacerlo. Y es que es muy difícil olvidar el intercambio de cintas de audio y video de nuestros grupos favoritos en el cole, el encender la radio y encontrarse con la voz de “El abuelo Miguel”, Federico Moura, Miguel Mateos, Kurt Cobain o Andrés Dulude. Cómo no querer volver a vivir fines de semana diferentes y cargados de rock en las terrazas del Tony´s en Miraflores, escuchando las bandas del momento que nos enseñaban que el rock sí es cultura.

Perdonen si me pongo nostálgico, pero debo reconocer que la música, los libros, el cine y los animales son los únicos que pueden despertar ese sentimiento en mi persona. Sentimiento que despierta cada vez que recuerdo lo que la música me dio. Y es que, una vez separado “Ensamble”, inicié un gran proyecto con los anteriores músicos de “Quién”. Nutridos de experiencia, más música y muchos sueños, formamos H2ron, banda de la que sólo puedo decir, nos enseñó a comprender la verdadera naturaleza de la música.

Fue muy difícil aceptar que nunca más escucharíamos, en conjunto, los redobles y destiempos antojadizos de Koky; la melodía no más que perfecta de los teclados de Gerardo; la innata y celestial magia que desprendía la guitarra de Nacho; la pasión en las voces versátiles de Fabián y César; y el sonido de mi bajo que hacía palpitar los corazones en cada síncopa.

La música es más que un sentimiento, más que una pasión, es tal vez un estilo de vida o la vida misma y, quizá, sólo pueda ser comprendida por quienes la sentimos y vivimos. Y si pues, resulta complicado vivir sin una parte de tu alma, por ello es que después de esta fase, decidí recuperar esa parte del alma con otros grandes amigos, Daniel, Gerardo y Manuel. Por un momento, dejamos de lado lo estridente y recargado, para pasar a una especie de filosofía musical, una catarsis de acordes y cadencias que sólo la música trova te permite.

Después de todo lo vivido, no me arrepiento de nada. De aquellas noches sin dormir por sacar los acordes de una canción; de invertir el poco dinero en más música; de dormir en un escenario junto a los instrumentos en una playa; de trasnochar en un parque porque la movilidad nos dejó o nos abandonó; de caminar por las calles con nuestros instrumentos buscando una discoteca donde tocar; de tocar gratis; de postergar momentos junto a la familia porque quieres vivir más. Después de todo esto, puede reafirmar lo que dijo el filósofo alemán Nietzsche: “La vida sin música sería un error”.

miércoles, 12 de mayo de 2010

¿Y QUIÉN CASTIGA AL HOMBRE?


Durante los últimos días los medios de comunicación nos han informado diversas noticias acerca de ataques de perros a personas, sobre todo a niños, los cuales han quedado con serias lesiones físicas, e impostergables repercusiones psicológicas. Ante ello, la sociedad ha salido a protestar, con justa razón, reclamando la eliminación de los canes, apostando por la masiva matanza y golpeándose el pecho para desligarse de cualquier responsabilidad.

Sin embargo, quisiera iniciar mi crítica, contra estas posturas y reacciones hipócritas de la gente, con una frase del filósofo alemán, Friedrich Nietzsche: “El valor de la vida para el hombre corriente, ordinario, estriba únicamente en el hecho de que se da más importancia a sí que al mundo. La gran falta de fantasía de que adolece hace que no pueda penetrar en otros seres por medio del sentimiento, y que por tanto participe lo menos posible de su suerte y sus sufrimientos…” Tal vez, esto no necesite explicación alguna, pero mi fiel, leal e incondicional amor por los animales me obliga a opinar.

Comparto la preocupación y molestia de las personas frente a un ataque canino en donde está de por medio la vida de un menor, sin embargo nace una lógica pregunta ¿Por qué sucede todo esto? Quizá estos ejemplos nos grafiquen mejor la respuesta.

En principio, debemos recordar que el 70% del carácter del perro lo da la crianza del amo y el 30% es genético; sin embargo, si existen pobres diablos que utilizan a estos animales en peleas, tal vez para alimentar su burda vida y acomplejada existencia, no debemos esperar que la mascota nos ofrezca mimos y caricias al menor movimiento. O sea, no atisbo claridad alguna para decidir quién es el animal irracional.

Otro ejemplo, el cual sucede a diario, a vista y paciencia de los hipócritas, es ver en las azoteas o techos de las casas cómo estos animales mueren de estrés, sumado al estúpido proceder del humano de no darles de comer, así como olvidar que también necesitan cariño. Y claro, cuando en un momento de cordura deciden liberar de esa cárcel a su mascota, obviamente el animal saldrá corriendo salvajemente, porque se le ha negado la convivencia con el peor de sus amigos. Es decir, sigo sin atisbar un halo de razón para diferenciar al animal irracional del racional.

Siguiendo con los ejemplos, hace unos días, cuando salía con Ozzy, o sea mi perro, me tope con una madre de familia, muy ignorante por cierto, quien cargaba a su hijo, y al no poder calmar su llanto, lo acercó a Ozzy y le dijo: “Perro, cómetelo porque se está portando mal” obviamente Ozzy y yo seguimos de largo, pensando en que si la estupidez se pudiera comer, muchas personas estarían reventando.

Y es en este punto donde quiero detenerme un poco más. Desde niño he visto estos cuadros catastróficos de cómo los padres alimentan a sus hijos de odio y temor hacia los animales, lo cual se traslada hasta la adultez y acaba con el maltrato descomunal hacia estos seres que, como siempre lo he dicho, en ocasiones nos salvan de la locura.

Mi madre siempre me enseñó a prevenir y a no provocar a los perros callejeros, pues ellos no tienen el carácter de uno casero, y saben por qué, acertaron, porque muchos de ellos han sido maltratados y abandonados por ese ser supuestamente provisto de inteligencia, ese ente que aún no asume la verdadera convivencia con los animales y vive día a día atormentado en su pobre humanidad.

Hoy en la mañana me detuve a ver un informe de televisión sobre este problema. Un veterinario acertaba al reflexionar en que no había criterio de las autoridades para controlar de manera adecuada la proliferación de canes en las calles. Claro, muchos me dirán que si no hay plata para el pueblo menos para los animales. Sin embargo, si dejaran de robar tanto y se dedicaran a ser verdaderos líderes otro sería el panorama. En cambio, la mayoría de personas coincidía en el exterminio de todos, en pocas palabras que les den veneno y veamos como se revientan en las calles de dolor.

Me pregunto, por qué no hacemos lo mismo con el lumpen hacinado en las cárceles, acaso eso no contribuye a la podredumbre de la sociedad; por qué no el mismo proceder con quien viola y ultraja a menores, por qué no se alza el pueblo cuando en una veterinaria asesinan y mutilan a inofensivos canes que sólo han ido por un baño, o acaso Dios también se ha olvidado a los animales; por qué diablos los curas y la iglesia no enseñan a amar a los animales en los colegios en vez de descender más amando de manera perversa a los niños.

Es un tema que involucra a todos, sin embargo la ignorancia es el pan nuestro de cada día. Tal vez, sea necesaria la eliminación de estos animales callejeros para su tranquilidad y felicidad. Pero también debemos reflexionar y exigir castigo a quienes albergan una mascota y luego la botan, así como a los traficantes de animales en el mercado negro, y a quienes permiten las peleas clandestinas de canes.

En fin, sólo me queda afirmar lo dicho por Nietzsche “...La verdadera bondad del hombre sólo puede manifestarse con absoluta limpieza y libertad en relación con quien no representa fuerza alguna. La verdadera prueba de la moralidad de la humanidad, la más honda (situada a tal profundidad que escapa a nuestra percepción), radica en su relación con aquellos que están a su merced: los animales. Y aquí fue donde se produjo la debacle fundamental del hombre, tan fundamental que de ella se derivan todas las demás...".