domingo, 22 de junio de 2008

MATÍAS LO MIRÓ Y MIRO RUÍZ LO MATO

La radio nos contaba una vez más la crueldad humana, su inmediatez nos acercaba por enésima vez a la cruenta convivencia del hombre y a su sed exacerbada de poder, mientras que su instantaneidad nos hacía atisbar un futuro atestado de aquella necedad histórica creada por Dios: El Hombre.

El reloj marcaba la 1 y 30 de la tarde del 22 de mayo. El rotafono de RPP sonaba y al otro lado de la línea, la voz entre cortada de Wendolin Cárdenas, alertaba al mundo de la existencia de alguien, que a parte de asesinar animales, debía también sucumbir a la nimiedad, estupidez y razón, todas humanas, para no arrastrar su insoportable levedad del ser

Una periodista contrariada, escuchaba los hechos, tal vez ella, también compartía sus mañanas y momentos de soledad con aquellos seres que muchas veces nos liberan de la locura y depresión, tal vez aquella tarde, ella pensaba como Wendolin, llegar a casa y dejar que su felpudo amigo le permitiera acompañarlo en un estrellado paseo nocturno.

La tristeza y congoja, dejaban atrás aquella otra lumpenaria realidad, y es que por unos minutos, la política, nuestra política, barraca de indigentes de la moral, circo de otorongos y bufones, dejaba de hacer eco y menos daño en la impostergada esperanza de los peruanos, para relatarnos una secuela más de nuestra esquizofrénica sociedad

Esta vez, y quizá en otro grado de bestialidad, un congresista había asesinado a un Schnauzer de tan sólo 18 meses con tres disparos directos y sin lugar a la duda. Miró Ruiz, individuo acomplejado que por ignorancia de su pueblo fue elegido y llegó a un escaño congresal. Miró Ruiz, elemento de la bien llamada lanada congresal, que cree que por lucir sus coloridos trajes andinos, el Perú y los peruanos dejaremos ser más o menos de esto y aquello. Miró Ruíz, de ideología nacionalista, aquella corriente retrograda, plasmada de serios excesos verbales y retardos mentales. Miró Ruíz, descendiente de la intolerancia, de la enfermedad histórica y tal vez de la triquinosis que dejaron los chanchos de Pizarro.

Y es que a veces me pregunto, si es que Dios no abortó a este mundo como una prueba ulterior a esta. Que me perdone toda mi historia y formación católica – cristiana que he tenido, de la cual aún me queda algo y mucho, pues si Dios existe y creó a los animales, el hombre debe respetar esta creación, pero Miró Ruíz no respetó ni a Dios ni a Matías. Matías, de raza noble, juguetona, incapaz de ensuciar su linaje teutón en el corral de un mendigo de la razón. Matías, compatriota de Ozzy, mi perro, fiel, leal y capaz de arrancarme una sonrisa cuando ha puesto el departamento de cabeza. Matías, de origen alemán como lo fue Nietzsche, quien en 1889 al salir de un hotel en Turín, abrazó a un caballo cuando se percató que su dueño lo castigaba vilmente, para muchos a partir de ahí se originó su locura y su rompimiento con la humanidad, sin embargo pienso que ahí demostró por qué el hombre no es un fin, sino un puente para el superhombre. Matías lo miró y Miró Ruíz lo mato.

En ocasiones dudo, y no logro establecer, si duele tanto ser hombre. ¿Acaso es tan difícil tratar de civilizarnos y vivir en armonía con los animales?, ¿cuesta tanto ser menos miserables y brindar el lado feliz de nuestra infelicidad?, ¿somos tan narcisistas y creemos que somos los únicos en este contradictorio y complejo mundo?, ¿somos capaces de descender aún más en nuestra escala? Creo que sí, y Miró Ruíz se convirtió en el ratón de laboratorio de Schopenhauer, aquel otro gran pensador, nacido en la patria de Matías, y demostró que “La compasión por los animales está íntimamente conectada con la bondad de carácter, y se puede afirmar con seguridad que aquel que es cruel con los animales no puede ser un buen hombre.”

Pero qué buen hombre puede ser un elemento que se escondió y no dio la cara, cuando su tara se volvió más aguda y renegó del mismo Dios, este ermitaño iracundo que portaba armas sin permiso, para asegurar que sus pantalones no se mojen cuando descubran su inocua existencia, aquel asesino del lenguaje que entre alaridos y rebuznos pide perdón justificando que errar es humano, tal vez, pero si hubiera sabido que los animales son de Dios y la bestialidad humana, no sería hoy el ser más nefasto y vilipendiado

Sin embargo, hasta cuándo seguiremos con este pensamiento tan egoísta y tan propio de Descartes, que en su momento planteó que los animales eran unos autómatas complejos, es decir los consideraba máquinas de carne y hueso, sin vida consciente, ni deseos ni emociones. Para él su vida y sus movimientos se realizaban mecánicamente. Pero, acaso el hombre no actúa de igual o peor manera, acaso no viola y asesina a inocentes infantes, acaso no secuestra y pisotea la libertad de sus semejantes, acaso no vende demagogia barata, para luego calcinar las esperanzas con su corrupto y hediondo razonamiento. Bueno, no intento dudar de nada, sin embargo aún debemos creer que nos diferenciamos de los animales por la inteligencia, razón y no se que otras justificaciones megalómanas más, que nos imponen desde siempre para no actuar como verdaderas bestias, y desatar conscientemente todo aquello que encerraba el inconsciente del que hablaba Freud.

En fin, es muy difícil comprender todo ello y buscarle una respuesta lógica. Nuestra sociedad, y me refiero a la nuestra, a la peruana, es muy superflua, cosificada, mediática y separada de la verdadera razón. Aquí las leyes no se cumplen, pues si tuviéramos un real conocimiento del compromiso y, si no es pedir mucho, unas adecuadas autoridades, a este pobre hombre se le hubiera sancionado por atentar contra la ley 27265 - Ley de Protección a los Animales Domésticos y a los Animales Silvestres mantenidos en cautiverio, la cual en su artículo 17 es muy específica: “Nadie puede disponer de la vida de un animal sin autorización de su dueño, excepto por mandato judicial o por intervención de la autoridad sanitaria o municipal o de las instituciones de protección debidamente acreditadas”

Pero en el Perú no existen ni las leyes ni la justicia, sólo un remedo de gobernantes que nos exigen rendirles pleitesías a su “bien creado” crecimiento económico y no atender la muerte de un animal en manos de alguien que fluctúa entre el ser y la nada. Tal vez sea mejor así esta acelerada involución de nuestra especie, hasta llegar a un punto en donde se le enseñe al hombre a ser civilizado y pueda lograr una equilibrada convivencia con los animales.


“En lo que más nos diferenciamos de los animales es en nuestra posibilidad de sentir complejos, sea de superioridad, de inferioridad o de identificación”

Fernando Savater