jueves, 9 de diciembre de 2010

SECUESTRO DE MENTE


Si quien nos gobierna no fuera víctima de psicosis esquizoafectiva, en su variante depresión con síntomas paranoides. Diagnóstico confirmado por un psiquiatra que atendió al doctor García y fue publicado en la revista CARETAS el 10 de mayo del 2001, no seguiría pensando que el secuestro, de 33 personas en una entidad bancaria en el Emporio de Gamarra por un solo sujeto, es sólo una cortina de humo más.

Freud decía que nada era casualidad, todo tenía su razón. Pero ¡Qué casualidad! Cuando el ex Ministro del Interior, Fernando Barrios, es acusado de enfermar a EsSalud de tanto robo cuando él era la cabeza y empezaban a descubrirse más sapos y culebras de aquella “majestuosa” gestión, un primarioso delincuente amenaza con hacer volar todo un banco con un material explosivo de su creación. ¡Qué casualidad! Cuando el fujimorismo y el APRA trataban de impedir que un magistrado probo y honesto como César San Martín llegara a la presidencia de la Corte Suprema, aparezca un hombre-bomba para hacer explotar toda esa mugre política de las primeras planas. ¡Qué casualidad! Cuando la Alianza por la Reivindicación de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional, presidida por el vicealmirante en retiro Francisco Vainstein Borroni, alzaba su voz al Congreso, exigiendo no recortar la Cédula Viva ni los beneficios de los discapacitados y viudas, pues la remuneración básica de quienes luchan en el VRAE vale menos que un tofee de combi. Ta ta ta tan llega un aficionado de películas de acción, paraliza al Perú y es la noticia de la semana.

Tal vez me equivoque, tal vez mi duda agresiva acompañada de mi escepticismo me lleven a razonar de esta manera. Dejaremos al tiempo seguir su curso y, en la brevedad posible, obtener respuestas y explicaciones creíbles a esta endeble coartada. Sin embargo, no puedo ser ajeno al aspecto social de este hecho. Ruiz Wilfredo Ninasqui Barrios, de 29 años, fue, a mi modesta opinión, una víctima más de esa infección crónica y propia del Perú: La indiferencia.

El diario “La República” en su edición del sábado 6 de diciembre cuenta que este joven, durante el secuestro, había entablado amistad con un comerciante e incluso le contó sus penurias. Lo cual encaja en el testimonio de su madre otorgado a un programa dominical. Ella afirmó que su hijo se sentía muy afectado por la enfermedad de su padre, quien había sufrido un derrame cerebral y ahora se encuentra postrado en una cama.

Muchos que se golpean el pecho religiosamente dirán: No es la forma. Existen otros medios para salir adelante. Es cierto, sin embargo este mundo padece de una aguda anemia de empatía, somos secuestrados por la injusticia y mimetizados por el egoísmo. Hablar es muy fácil, lo difícil es ponerse en los zapatos del otro. Además de ello, se suma la ausencia del Estado. Los servicios de salud no alcanzan para todos, ni siquiera intentan, y por si fuera poco, ya ni los asegurados pueden enfermarse con tranquilidad. Quienes entiendan esto, comprenderán lo que es tener un padre o una madre enfermo, no tener los recursos económicos para las medicinas y mucho menos un trabajo para aliviar la angustia. Mientras afuera, los pobres diablos, que nos representan, se embrutecen con el poder y el dinero.

No justifico la violencia pero como es citado Luís Lumbreras en el libro del Psicoanalista Saúl Peña, Psicoanálisis de la Corrupción: “Sendero Luminoso no es la causa de la violencia que vive el país, sino el resultado de la violencia que ya existía. Sendero constituye un intento de responder a la violencia con igual o mayor violencia, al identificarse con el agresor”.

Esta manera de comprender la realidad, es el resultado de la postergación, marginación, desamor y resentimiento existentes en la mayoría de peruanos. No se trata de una apología al terrorismo o a la violencia. Es simplemente voltearle la cara a las humillaciones y vejaciones de toda una historia. Los gobiernos continúan pasando y vienen dejando un relleno sanitario de país, en donde la estupidez se impone por decreto ley, la corrupción por libre asociación, la ratería por costumbre, la impunidad por el tipo de carné, la inmoralidad por transferencia partidaria y la indiferencia por decreto de urgencia, mientras tanto, todos se hacen los cojudos.
Si es verdad, lo de Ruiz Ninasqui, no creo que haya estado dispuesto a todo, es decir, a morir por el dinero o elevarlo a un plano sustancial. Al contrario, creo que él amaba la vida, pero una vida digna, junto a sus padres, hermanos y, quizá, con una esposa e hijos, con estudios universitarios como él anhelaba, los cuales, al final quedaron flotando en el limbo, porque un buen día fue levado para cumplir el Servicio Militar Obligatorio. Luego de ello, y como dijera su madre, Ruiz cambió, se puso agresivo y descuidado. Claro, los hijos de los políticos y del mismo Presidente de la República jamás serán secuestrados para servir al ejército y dejar truncos sus estudios de derecho, administración o medicina en el extranjero. No en este país donde la moral es un colchón de la parada, el respeto una pérdida de tiempo, la empatía una tremenda cojudez y la dignidad un fantasma de la casa Matusita.

A este señor, como a muchos peruanos, la paciencia y tolerancia se le acabaron. Se cansó de poner la otra mejilla cuando nunca quiso hacerlo, pero por si acaso y si existe el paraíso, la pone; se hartó de esperar la justicia, el reconocimiento y el aliento, y sólo recibió un muladar de angustias. El psicólogo Leopoldo Chiappo en su libro Psicología del Amor, explica: “… en cuanto al poder es sólo un valor instrumental, se ejerce para el bien de la nación, el poder se ejerce para servir y no para servirse, el poder sirve para lograr el bien social y de las personas que pertenecen a una comunidad nacional y no para satisfacer la lujuria de la dominación de un déspota sin escrúpulos”

Sin embargo, déspotas sobran y con muy pocos escrúpulos. Lo cierto es que en Wilfredo primó el poder perverso antes que el creativo, prevaleció su tánatos en lugar de su eros, quiso hacer sentir a los demás, y tal vez a quienes él consideraba responsables, las frustraciones y represiones que se han agudizado por tanta indiferencia. Desde cualquier punto de vista, esta conducta es reprobable, pero así como no creo en su locura, tampoco creo que esto cambie, me refiero a la miseria y podredumbre moral y social en las que estamos inmersos.

En ocasiones me da envidia no poder creer en un mejor futuro, no tener esa fe y esperanza que muchos profesan. No lo niego, hay personas muy valiosas en este mundo, seres que valen la pena, pero ellos no son la mayoría, la mayoría son potenciales desequilibrados o locos como llama la prensa a Ruiz. Por ello, que no nos sorprendan la aparición de más casos como éste, pues como dijo Séneca: “el hombre no muere, se mata”

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