sábado, 27 de febrero de 2010

FREUD Y EL PERIODISMO


En ocasiones me pregunto qué hubiera sucedido si el padre del Psicoanálisis, Sigmund Freud, hubiese incursionado en el periodismo. Idea tal vez descabellada, incongruente y hasta cierto punto inviable, lo digo por el tema de las preguntas, se imaginan a Freud entrevistando a Antauro Humala, Giuliana Llamoja o a Miró Ruíz. Sin embargo, hoy diversos psicólogos, psicoanalistas y psicoterapeutas hacen del periodismo su oficio. Y, aunque suene más extraño, la mayoría lo desarrolla con mayor talento que quienes supuestamente estudiaron la profesión.

El último lunes 16 de febrero, el noticiero matutino de canal 4 realizó un enlace con su reportero desde la Fiscalía. El objetivo era informar acerca del traslado de los asesinos de la abogada, Elizabeth Vásquez; es decir su hija, Elizabeth Espino, el enamorado de esta y otro sujeto más. Hasta ese momento, todo bien, sin embargo me llamó la atención cuando el periodista les contaba a los conductores, ubicados en el estudio del canal, lo sorprendido que se sentía, pues días atrás entrevistó a Fernando Gonzáles, uno de los autores del crimen, y con total frialdad había negado todo e incluso su coartada fue secundada por sus dotes histriónicos.

Obviamente el hombre de prensa se creyó todo ese cuento de la inocencia, calumnia y difamación, olvidando, claro está, lo que César Hildebrandt llama la duda agresiva, el culto inteligente a la sospecha, pues para él quien se traga el anzuelo de un comunicado nunca va a ser periodista. Y es que el periodismo no alcanza sólo con saber al revés y al derecho los conceptos de reportaje, crónica, perfil, entrevista o noticia, es también interpretar el interés público como curiosidad y como revelación, y, para Hildebrandt, esto sí requiere talento.

Sin embargo, encontrarlo es muy difícil, sobre todo cuando en el mismo noticiero una periodista culminara, hace unos meses, un informe sobre las últimas pistas en el asesinato de Miriam Fefer diciendo: “la última persona que vio con vida a la empresaria fue su asesino” un razonamiento del tamaño de su neurona y con un centímetro de profundidad.

El periodismo de hoy se ha prostituido, lo único importante es vender a cualquier precio, así sea lobotomizar a sus reporteros, haciéndoles correr como manada detrás de un funcionario estafador, a pesar de saber ya su respuesta, pues está protegido por el gobierno. Organizar entrevistas benévolas donde el acusado se verá inocente por el autismo de las preguntas y el pobrediablismo de sus periodistas, y, por si fuera poco, adueñarse del canal estatal para convertirlo en el más grande circo político.

Para quienes somos periodistas y hemos leído más allá de las separatas universitarias y referentes de la buena pluma periodística, sabemos de la postergación del razonamiento por la notoriedad, la satisfacción del ego por la voluntad de ayudar, y, por supuesto, la ausencia total del criterio y la lógica.

Por ello, creo necesaria la incursión, parcial o total, de cierta cátedra psicológica en la formación de periodistas, pues cada día se mimetizan más con lo mediático, estrambótico y demencial. Se deben proponer alternativas a los problemas. En lugar de entrevistar a todos los psicólogos cuando ocurre una ola de parricidios, homicidios o violaciones, hacer llegar al gobierno una ley para la asistencia psicológica en todos los colegios, pues como alguna vez me dijera una psicoterapeuta en la sierra de Piura, el Perú es un país enfermo.

Conclusión lógica y vista día a día, más aún en los noticieros nocturnos, cuando los periodistas preguntan al hijo que ve a su madre atropellada y ensangrentada ¿cómo se siente?, a los padres de dos niños carbonizados, si les duele la pérdida de sus hijos o al sujeto violador de menores, si se arrepiente de su delito. Situaciones que me hacen entender lo dicho por Schopenhauer “ningún conocimiento es ilimitado, lo único que no tiene límites es la estupidez”.

Es momento de dar lugar a una verdadera formación periodística, lo preocupante es la falta de escuelas vivas, los periodistas referentes no necesariamente se encuentran en los medios, han sido exiliados por el poder político e intereses económicos. Sin embargo, no todo está perdido si no existieran periodistas de la talla de César Lévano, César Hildebrandt, Augusto Álvarez Rodrich o Patricia del Río hace rato el Perú hubiera jalado la cadena.

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