lunes, 8 de junio de 2009

LOS OLVIDADOS (NO LOS DE BUÑUEL, LOS DE DIOS)

Hace algunas semanas noticieros de la televisión local, difundieron al final de su edición, un hecho que quizá la mayoría de personas pudo dejar de lado o simplemente les interesó poco o nada. En Estados Unidos, la policía cerró el tránsito en una de las carreteras, y es que en su frío pavimento yacía una madre canina herida. ¿El motivo?, el de siempre, fue víctima de una bestia del volante, de un nieto (a) de chita mal educado o quizá de un aburguesado capitalista.

Lo sorprendente del caso fue observar a su cría no retirarse de su lado, permanecer junto a ella, a pesar de saber que otro descendiente de la estupidez podría fulminar, avasallar y atropellar su lealtad. Ante ello, un patrullero policial llegó para levantar el cuerpo del animal y tratar de salvarlo. Sin embargo, el cachorro se enfrentó a ellos, ladraba, atacaba y defendía a su madre. Finalmente pudieron llevar a ambos a la veterinaria, el diagnóstico: fractura en una de las patas delanteras.

Este hecho me lleva a pensar, cuestionar y preguntar diversas cosas. No es la primera vez que se difunden situaciones como la relatada. A diario, los animales son víctimas de ese ser, por el cual no sé si Dios se arrepiente de haberlo creado, si se trata de una prolongación de sus pesadillas o simplemente se equivocó y le duele aceptarlo, pero que en ocasiones me cuesta también tratarlo como semejante.

Aprendí a amar a los animales desde muy niño. Cuando murió mi abuela me dejó dos extraordinarias aves de corral para continuar criándolas, aprendí mucho de esta labor y la importancia de estos seres que en ocasiones nos alejan de la locura, sin embargo, y como no era de suponer, terminaron en un festín de personas extrañas, a pesar de que mi idea siempre fue que murieran al completar su ciclo.

Pero fue esta etapa de la vida que me permitió entender la involución del hombre, su obsesivo egoísmo por creerse único en el mundo, creer que podía hacer de los animales su trinchera para apagar frustraciones, su liberación de traumas, represiones y su escudo ante su pobre existencia.

Es lamentable a los 9 años empezar a alejarse de los demás. Alejarse en el sentido de no esperar nada de ellos, volverte totalmente escéptico, comprender que el hombre moderno, será siempre un robot de la ambición y necedad de sentirse único, y ello lo lleva a actuar como un vulgar machista de favela, como un militar embrutecido por el alcohol, y mas aún, a reducir su ser a la mínima parte de la nada.

Ghandi afirmaba que “Un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales.”, sin embargo ahora menos que nunca podemos hablar de civilización. Basta con ver a la embrutecida masa divertirse con la agonía de un toro, destrozado, humillado, despellejado y asesinado en el ruedo de la muerte, para entender que el hombre nunca podrá vivir civilizadamente con los animales.

Y ¿Dios?, o también me van a decir que los animales debe esperar en el más allá la suerte del pobre Lázaro y que su verdugo arderá como el rico Epulón, llorando su cobardía por una gota de agua. O tal vez, saldrán los Ciprianis y “El Comercio” a convencernos sobre la falta de sensibilidad de los animales, como alguna vez lo hizo Descartes al calificarlos como simples máquinas de carne y hueso. Y tatatín tatatán, seguimos viendo cómo octubre, mes de la muerte y no de los milagros, se convierte en carnicería barata, en cueva de ladrones y el pobrediablismo limeño lo llama “Cultura” en negrita, cursiva y subrayado.

La lista es larga y los motivos me sobran para afirmar que al mundo no lo salva ni Dios. Pues escuchar que un congresista mató a un inofensivo Schnauzer, es para levantar una catedral de dudas; ver a un efectivo del serenazgo de San Borja, cuya existencia fluctúa entre el ser y la nada, ahorcar a un leal Pastor Alemán, y colgar su agonía en Youtube, es para creer que Dios puede tener Alzheimer, saber que los organismos internacionales, les importa un pepino la desalmada matanza de focas bebes todos los años, es para volverse agnóstico y pensar que Dios olvidó también a los animales.

Estoy de acuerdo que en ocasiones es necesario sacrificar a los animales cuando su agonía es prolongada y el final es irreversible, pero matar por costumbre, status, deporte, ego y estupidez, son cosas que tienen que ver con manicomios. Sin embargo, todo ello continuará porque el hombre aún no aprende a vivir en sociedad, civilización y normalidad.

Pobres hombres, no saben que son ellos finalmente los muertos al no comprender la importancia de los animales en la vida. Tan ínfima, que no alcanza para compartir lealtad, enseñar amistad y aprender sin egoísmos. Pobres Hombres, ignoran que Schopenhauer dijo que no le habría gustado vivir si los animales no existieran y que Lord Byron escribió como epitafio en la tumba de su perro Boatswain: “Cerca de este lugar/ reposan los restos de un ser/ que poseyó la belleza sin la vanidad, la fuerza sin la insolencia, el valor sin la ferocidad/ y todas las virtudes del hombre sin sus vicios…”

Pobres hombres, son tan humanos, demasiado humanos.

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